Desde hace un año, Alejandra —que prefiere no dar su nombre real por miedo— encuentra empapelada su puerta con amenazas anónimas: “Ladrona. Mentirosa. Os vamos a matar”. Es presidenta de una comunidad de vecinos a las afueras de Madrid y sufre blocking, un término que cada vez se usa más como sinónimo de acoso vecinal.
El blocking es el hostigamiento que una persona recibe por parte de uno o varios vecinos de su comunidad. Estos ataques pueden causar graves daños psicológicos como estrés postraumático. El acoso vecinal a propietarios en la Comunidad de Madrid ha crecido un 10% en los dos últimos años, según datos del Colegio Profesional de Administradores de Fincas de Madrid (CAFMadrid).
“Un día me pincharon la rueda con una llave. Los operarios de la grúa me dijeron que no era casual. Alguien lo había hecho aposta”, cuenta Alejandra. Cuando llegó a la presidencia, comenzó a recibir presiones por parte de un vecino para que entregase la gestión de algunos servicios de la comunidad a un amigo de este y ella se negó a hacerlo sin la decisión unánime del resto de los vecinos en una junta. A los pocos días comenzó el acoso.
Desde 2015, el blocking está recogido como delito en el Código Penal y es castigado con pena de prisión de tres meses a dos años o multa de seis a veinticuatro meses. Aún no existe un número significativo de sentencias sobre el blocking debido a que se trata de un delito penal nuevo, según el magistrado de la Audiencia de Madrid Vicente Magro. “Tras esta modificación del Código Penal, las denuncias no dejan de incrementarse”, afirma Manuela Martínez, presidenta de CAFMadrid.
No obstante, el acoso vecinal es un delito muy difícil de probar, ya que las agresiones son anónimas y la policía, normalmente, no dispone de las pruebas suficientes para incriminar al acosador. “Hoy por hoy no se ha divulgado adecuadamente las respuestas a este tipo de problemas. Las víctimas se sienten indefensas. Existe la ley, pero socialmente no se ha extendido que es un problema importante”, comenta el investigador y psicólogo Iñaki Piñuel.
El perfil del hostigador es el mismo que el del mobbing (acoso en el trabajo): un psicópata integrado, una persona aparentemente normal, pero con una personalidad fría y calculadora. Comete el acoso sin que nadie lo sepa, según explica Piñuel. “A veces la víctima encuentra silicona en su cerradura. No se puede probar quién ha sido, pero todo el mundo en la comunidad sabe quién es”, añade el investigador. Además, el acosador tiende a rodearse de un grupo de vecinos que le apoya y no ve el hostigamiento a la víctima como algo incorrecto, según cuenta la psicóloga Nuria Canseco.
Alejandra piensa seguir en el cargo, aunque en algún momento ha considerado la opción de dimitir por miedo. “Te lo planteas. A veces lo pienso, pero si me voy, ellos ganan la partida. Ellos no miran por el bien de los vecinos”. Alejandra asegura que los acosadores han creado una página de Facebook y de Twitter con su nombre para insultarla y difamarla y hacen quedadas clandestinas en un bar cercano a su domicilio para hablar de ella. Además, afirma que cada vez que organiza una reunión con el resto de vecinos, la boicotean. En una ocasión, incluso, fue agredida por una vecina en un parque infantil.
Canseco destaca que no hay que confundir los incidentes vecinales con el acoso o blocking. Señala que muchas víctimas no conocen lo que les sucede cuando llegan a la clínica, solo piensan que tienen depresión, ansiedad, miedo e insomnio, e incluso creen que son culpables de la situación que están viviendo. “Es muy importante que sean tratadas”, añade.
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